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Mujeres, Violencia contra lasClara Murguialday y Norma VázquezTodos aquellos actos que ponen en peligro la vida, el cuerpo, la integridad personal y/o la libertad de las mujeres, y que se producen y sirven –tanto por sus intenciones como por sus efectos– para manifestar el poder y el control masculino. Debido a que el factor de riesgo en esta forma de violencia lo constituye la pertenencia al género femenino y a que es perpetrada por el género masculino en los ámbitos privado y público, se le denomina también violencia de género. La violencia contra las mujeres es un tema complejo. No sólo por sus múltiples expresiones –desde formas sutiles del lenguaje hasta el asesinato y la sistemática represión estatal, como en el caso de Afganistán bajo el gobierno de los talibanes–, sino también porque cada una de ellas posee diferentes grados de significación personal y cultural. Por otra parte, al ser un fenómeno reciente en su análisis, no así en su existencia, requiere de los aportes de varias disciplinas científicas para su mejor comprensión (psicología, derecho, sociología, antropología); afecta al funcionamiento de diversas instituciones sociales (familia, legislación, sistema educativo, sistema de salud); cuestiona arraigadas creencias y tradiciones sobre los roles femeninos y masculinos (ver género, roles de) y representa la forma más cruel de dominio de los hombres sobre las mujeres. La violencia de género es tan antigua como la desigualdad en las relaciones entre las mujeres y los hombres (ver género). Durante siglos ha sido considerada un recurso adecuado de éstos para controlar conductas que consideran impropias en las mujeres bajo su cuidado y responsabilidad, incluso se ha interpretado como prueba de interés y afecto. Se debe a las acciones y reflexiones del movimiento feminista contemporáneo su consideración como una problemática social y política trascendente. En la década de los 70 la violencia contra las mujeres era un tema abordado exclusivamente por las organizaciones feministas. Su interés por romper el silencio que rodeaba esta problemática les llevó a producir abundante material descriptivo y testimonial; fundaron centros para brindar atención legal y emocional a las víctimas; realizaron campañas para sensibilizar a la sociedad sobre la gravedad del fenómeno, y crearon redes regionales e internacionales para presionar a los Estados y organismos mundiales a que adoptaran legislaciones sancionadoras y políticas preventivas. Así, en los años 80 existían grupos de mujeres en lucha contra la violencia de género en prácticamente todos los países del mundo. En América Latina se desarrollaban más de cien proyectos en torno a esta temática, y el Primer Encuentro Feminista Latinoamericano y del Caribe fijaba, en 1981, el 25 de noviembre como Día de Lucha contra la Violencia hacia las Mujeres. La oms[Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Refugiados,ver ACNUR, Departamento para la Ayuda Humanitaria de la Comunidad Europea, ver ECHO, Comercio justo, Comida o dinero por trabajo,Proyectos/Programas de, ECHO (Departamento para la Ayuda Humanitaria de la Comunidad Europea), INSTRAW (Instituto Internacionalde Investigaciones y Capacitaciónde las Naciones Unidas parala Promoción de la Mujer), Medios de comunicación, OMC (Organización Mundial de Comercio), OMS (Organización Mundialde la Salud), Comité de Ayuda al Desarrollo,ver CAD, Educación sanitaria y promociónde la salud, Emergencia compleja, Economía moral , ACNUR (Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Refugiados), CAD (Comité de Ayuda al Desarrollo)] (Organización Mundial de la Salud) fue el primer organismo internacional que se hizo eco de esta preocupación y asignó a la Unidad de Salud de la Mujer, creada en 1980, la tarea de recabar información sobre la incidencia del problema y su impacto en la salud de las mujeres. Posteriormente, en la década de los 90, la Organización de las Naciones Unidas reconoció el impacto social de la violencia de género elaborando, a partir de elementos conceptuales y teóricos del feminismo, recomendaciones y directrices para que los Estados miembros diseñasen políticas y mecanismos de atención al problema. En 1993, la Asamblea General de Naciones Unidas adoptó la “Declaración sobre la eliminación de la violencia contra la mujer”, en la que definía ésta como “todo acto de violencia basado en el género que tiene como resultado posible o real un daño físico, sexual o psicológico, incluidas las amenazas, la coerción o la privación arbitraria de la libertad, ya sea que ocurra en la vida pública o en la vida privada”, y en 1999 declaró el 25 de noviembre como Día Internacional para la Eliminación de la Violencia contra las Mujeres. La violencia de género ha sido analizada de distintas maneras durante las últimas tres décadas, tanto por el discurso feminista como por los organismos internacionales. Las feministas estadounidenses de los años 70 fueron pioneras en el cuestionamiento de las ideas predominantes sobre la violencia sexual y conyugal: Brownmiller (1975) calificó la violación como “la forma más brutal de agresión a las mujeres” y remarcó que sus objetivos son controlar y hacer daño, y no la satisfacción sexual; Walker (1979) analizó el “ciclo de violencia conyugal” aportando una novedosa perspectiva para entender la relación entre un maltratador y una maltratada, al tiempo que evidenciaba el hogar como uno de los entornos más inseguros para las mujeres y el más oculto a la acción legal. Por su parte, psicólogas como Baker Miller (1978) y Burin (1987) han señalado la importancia que los vínculos emocionales y de dependencia creados en la pareja y la familia tienen para la autovaloración de las mujeres, y han visto en este rasgo de la identidad femenina una explicación a su tolerancia hacia altos niveles de agresión. Los organismos internacionales y las agencias de desarrollo han enfocado la violencia de género más desde su impacto en la capacidad de las mujeres que desde el análisis de sus causas. Así, la Organización Mundial de la Salud, en su 49ª Asamblea Mundial realizada en 1996, acordó declarar la erradicación de la violencia contra las mujeres como una “prioridad de salud pública”, en tanto la misma es una causa de muerte e incapacidad de las mujeres en edad reproductiva tan grave como el cáncer. Igualmente, investigadoras sobre la participación de las mujeres en el desarrollo y organismos internacionales como el Fondo de Desarrollo de las Naciones Unidas para la Mujer (UNIFEM) y el pnud (Programa de Naciones Unidas para el Desarrollo) han planteado que la violencia de género es un “obstáculo para el logro de los objetivos del desarrollo”, pues trastorna las vidas de las mujeres y les niega opciones, tiene efectos sobre niñas y niños –en tanto las mujeres son sus principales cuidadoras–, implica costos económicos para los Estados y sufrimientos humanos difíciles de calcular (Carrillo, 1991). La conceptualización más reciente de la violencia de género la sitúa como “un problema de derechos humanos”. Las defensoras de esta formulación (Copelon, Facio, entre otras muchas) incidieron fuertemente en la preparación de la Conferencia Mundial sobre Derechos Humanos (Viena, 1993), logrando que ésta declarara que “la violencia de género y todas las formas de acoso y explotación sexual, incluso las que son resultado de prejuicios culturales, son incompatibles con la dignidad de la persona y deben ser eliminadas a través de medidas legales y de la acción nacional e internacional”. A pesar de las distintas maneras en que se ha abordado la violencia de género, los movimientos feministas y de mujeres, las instituciones públicas y los organismos internacionales coinciden en reconocer que esta forma de violencia: – Está presente a lo largo de todo el ciclo vital de las mujeres. – Atraviesa todas las culturas, razas y etnias, clases y religiones. – Tiene fuertes efectos de malestar psicológico en las mujeres que la sufren. – Es considerada por la mayoría de las legislaciones actuales como un problema que no justifica la intervención legislativa ni la injerencia administrativa. Las legislaciones actuales ofrecen a las mujeres una protección limitada frente a las diversas manifestaciones de la violencia de género. – Muchos Estados carecen de políticas nacionales para atenderla, y cuando existen, carecen de partidas presupuestarias que las hagan viables. Además, cada día se reconoce en mayor medida que la incidencia de la violencia de género aumenta durante los conflictos armados, donde las violaciones masivas suelen ser utilizadas como “armas de guerra” (al menos 5.000 mujeres kuwaitíes fueron violadas por soldados iraquíes en 1990 y más de treinta mil mujeres fueron violadas durante los enfrentamientos étnicos en Bosnia), al tiempo que se registran importantes incrementos de la violencia doméstica: durante los ataques serbios a Kosovo en 1999, por ejemplo, las mujeres albanokosovares denunciaron que la ira de sus maridos ante la situación política se volcaba contra ellas; de hecho, las denuncias de violencia conyugal aumentaron notablemente en las horas de mayor audiencia televisiva, cuando los noticieros informaban de los avances del ejército serbio (ver conflictos civiles). Los aportes más recientes, pero aún poco numerosos, en torno al tema provienen de autores masculinistas (Kaufman, Marqués, Kimmel) y grupos de hombres movilizados contra la violencia de género. Con mayor incidencia en el continente americano, estos grupos pretenden modificar la actitud pasiva y cómplice de la mayoría de los hombres en torno a la violencia contra las mujeres, y cuestionar el prototipo de masculinidad que incluye los comportamientos violentos (ver género, roles de). N. V., con Cl. M.
Fuente: Heise, L., J. Pitanguy, A. Germain (1994), Violencia contra la mujer: La carga oculta de salud, Organización Panamericana de la Salud (OPS), Washington, D.C. Bibliografía
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