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Sistema de sustentoKarlos Pérez de ArmiñoMecanismos de “control que un individuo, familia u otro grupo social tiene de un ingreso y/o serie de recursos que pueden ser usados o intercambiados para satisfacer sus necesidades. Esto puede abarcar la información, los conocimientos culturales, las redes sociales, los derechos legales, así como los recursos físicos, como la tierra y las herramientas” (Blaikie et al., 1994:9). El análisis y la comprensión de los sistemas de sustento __ viene mereciendo una importante atención en el marco de los estudios sobre el desarrollo. Traducimos el concepto inglés __livelihood como “sistema de sustento”, y no como “medio de vida” o similares, por cuando se trata de un auténtico sistema o complejo interrelacionado de diferentes componentes, entre los que figuran no sólo las actividades productivas en sí, que proporcionan ingresos, alimentos y otros bienes; sino también el acceso a los recursos productivos (tierra, bosque y otros bienes comunitarios), los medios y capacidades para explotarlos (tecnología) y las relaciones sociales y los derechos legales que permiten hacerlo. Los sistemas de sustento vienen caracterizados por tres factores, analizados por Maxwell y Smith (1992:33-38): a) Su sensibilidad (sensitivity), o capacidad de respuesta rápida a los cambios, sean éstos endógenos o exógenos, positivos o negativos. Tal capacidad facilita un impacto rápido de las intervenciones de desarrollo (como la introducción de la irrigación o los fertilizantes), pero implica también una mayor posibilidad de rápida degradación ante un pequeño cambio de partida. De este modo, existen sistemas de sustento que logran una alta producción alimentaria por su capacidad de beneficiarse de las medidas de innovación tecnológica, pero que son a la vez muy vulnerables desde el punto de vista de la degradación medioambiental. b) Su flexibilidad (resilience), o capacidad de recuperación después de haber pasado una crisis. En los sistemas flexibles, la población tiene capacidad de adaptarse con facilidad a las nuevas circunstancias (del medio, de disponibilidad de recursos, etc.) y de recuperar sus fuentes de ingreso. Para ello recurre al uso de diferentes estrategias de afrontamiento de la crisis, que ayudan diversificar el riesgo y a ahorrar recursos; así como a la realización de otras actividades económicas alternativas. Los sistemas flexibles, a veces vistos como inestables, en realidad son de difícil destrucción y altamente sostenibles. Es el caso de los sistemas de sustento de los agricultores y pastores de las regiones secas de África, rápidamente adaptables a las sequías mediante migraciones a zonas menos afectadas, cambios de actividad, activación de amplias redes sociales de ayuda mutua, etc. Cuando la situación mejora, los cambios realizados son revocados. c) Su sostenibilidad (sustainability), resultado de la interacción entre la sensibilidad a los cambios y la flexibilidad para recuperarse de ellos, y que consiste en la capacidad de perdurar a lo largo del tiempo a pesar de las agresiones que sufra o de las tendencias adversas a largo plazo, sin socavar la base de recursos naturales. La sostenibilidad, que no es incompatible con la posibilidad de cambios, implica asegurar los niveles de consumo alimentario en el futuro, lo que requiere estabilizar la producción (y preservar para ello el ecosistema), el poder adquisitivo (mediante la diversificación de las fuentes de ingreso), las propiedades, así como los derechos a percibir ayuda de la comunidad en caso necesario. Así, un sistema de sustento sostenible, según Chambers y Conway (1992:36-37), es el que “puede afrontar y recuperarse de tensiones y convulsiones, mantener o incrementar sus capacidades y bienes, y proporcionar oportunidades de medios de sustento sostenibles para la proxima generación; y el que contribuye con beneficios netos para otros sistemas de sustento a nivel local y global en el corto y largo plazo”. De esta forma, tal sostenibilidad de un sistema puede ser de dos tipos: – Sostenibilidad medioambiental, esto es, que el sistema no dañe los recursos naturales o los medios productivos locales o globales (mediante la degradación del medio ambiente), lo que perjudicaría a otros sistemas de sustento. – Sostenibilidad social, que tiene dos dimensiones: una reactiva, es decir, que tenga capacidad de resistir a situaciones de tensión o crisis (pérdida de cosechas por una catástrofe, disminución de los salarios, epidemias del ganado, guerras, etc.); y otra proactiva, esto es, que tenga capacidad de incrementar y ejercer sus capacidades para adaptarse, utilizar y promover las transformaciones, y asegurar su continuidad (Chamberes y Conway, 1992:12-15). Estos tres factores –sensibilidad, flexibilidad y sostenibilidad– son los que determinan el grado de seguridad del sistema de sustento, esto es, el control o acceso seguro a los recursos y derechos que conforman tal sistema, de forma que éste sea seguro como proveedor de bienes y servicios que satisfagan las necesidades básicas, así como de algunos excedentes que posibiliten una cierta protección social. La seguridad es mayor cuando las personas son capaces de satisfacer sus necesidades incluso aunque sufran el impacto de una catástrofe o una crisis, y es menor si éstas amenazan con sumirles en la penuria por falta del acceso a los bienes y servicios necesarios. De este modo, existen sistemas de sustento más seguros y menos seguros. Los sistemas de sustento más inseguros son: a) los más sensibles al impacto perturbador de una catástrofe, y por tanto menos resistentes a las mismas; b) los menos flexibles, esto es, con menos capacidad para recuperarse tras una catástrofe; y c) los menos sostenibles o perdurables en el tiempo. La inseguridad del sistema de sustento de una familia es uno de los principales determinantes de su vulnerabilidad, junto a otros factores, como la exposición física al riesgo de catástrofes, la pobreza, la exclusión social, la falta de capacidades físicas o intelectuales, o la desprotección por parte del Estado o la comunidad. Por consiguiente, uno de los principales objetivos de las políticas públicas de los gobiernos del tercer mundo (Davies y Hossain, 1997), así como de la cooperación para el desarrollo, habría de consistir en el refuerzo de los sistemas de sustento de los sectores más vulnerables, como medio para hacerles partícipes de un desarrollo humano y para reducir su riesgo a verse afectados por posibles procesos de desastre. De este modo, la seguridad del sistema de sustento es un objetivo amplio, que engloba a otros como el de la seguridad alimentaria. No en vano, como señala Maxwell (1991:22), “la seguridad alimentaria se logrará cuando el desarrollo sostenible asegure que los pobres y vulnerables tengan sistemas de sustento sostenibles”. En este sentido, una constanción importante es que la seguridad del sistema de sustento es mayor en la medida en que depende varias fuentes de ingresos, y es menor si dispone sólo de una o pocas. Así, las familias cuyos miembros se ocupan en actividades diversas (por ejemplo, agricultura, pesca y trabajo asalariado en la ciudad) son mucho más seguras, pues la posible pérdida de los ingresos en una se puede compensar con los obtenidos en otra. Esta es una de las razones por las que las familias monoparentales cuya cabeza es una mujer (ver mujeres, hogares encabezados por), al ser frecuentemente ésta la única que aporta ingresos, suelen figurar entre las más vulnerables. En consecuencia, uno de los objetivos principales de los proyectos o programas orientados a la reducción de la vulnerabilidad debe consistir en diversificar las fuentes de ingresos familiares. La seguridad del sistema de sustento familiar está también condicionada por su grado de seguridad medioambiental (environmental security), es decir, la seguridad en el acceso a unos recursos medioambientales saludables (como el agua potable, la tierra no degradada o los bosques), que resultan necesarios para la supervivencia de las personas, sobre todo de las que habitan en un medio rural y viven de los recursos que proporciona la naturaleza (Redclift y Skea, 1997). En este sentido, muchas poblaciones vulnerables han experimentado, o están haciéndolo, una pérdida de sus titularidades medioambientales, o capacidades de acceso a tales recursos naturales, que resulta muy lesiva para sus sistemas de sustento, y que se debe entre otros a los siguientes factores: la degradación ecológica (deforestación, desertización, salinización de la tierra, sobreexplotación de los recursos, etc.); la privatización de tierras de cultivo, pastos y bosques que antes eran comunitarios y proporcionaban unos ingresos seguros a los más pobres; y los conflictos armados, que dificultan la libre circulación y ocasionan graves daños ecológicos. Es importante tener en cuenta que determinados grupos ocupacionales, como consecuencia de los riesgos inherentes a su actividad económica, suelen ser más vulnerables a las crisis que otros sectores que, aunque habitualmente sean tan modestos o incluso más, disponen de sistemas de sustento más seguros. Entre los particularmente vulnerables destacan los jornaleros agrícolas y los ocupados de forma inestable y precaria en el sector informal urbano, pues unos y otros son muy susceptibles de perder sus empleos, debido a la menor necesidad de mano de obra para recoger una cosecha mermada por la sequía, o al retraimiento del mercado durante la crisis. Ahora bien, peor suele ser la situación de los pequeños pastores, quienes constituyen una de las principales víctimas de las sequías en África debido al fuerte desplome que suele sufrir su poder adquisitivo: la carne que producen pierde valor durante las crisis (es un alimento de lujo prescindible), al tiempo que el cereal que necesitan comprar se encarece. Otra es la situación de los aparceros y los trabajadores agrícolas con vínculos de servidumbre, quienes, aunque suelen obtener unos ingresos también bajos y son igualmente pobres, disponen de un mínimo de subsistencia asegurado en los años malos. También los pequeños campesinos propietarios, al tener asegurada una producción siquiera reducida, son menos vulnerables que los peones agrícolas asalariados. Por otro lado, una importante aportación teórica ha consistido en constatar la importancia prioritaria que los sectores vulnerables conceden al mantenimiento de sus sistemas de sustento, lo cual subraya el argumento de que las intervenciones de ayuda, gubernamentales o de la comunidad internacional, tendrían que orientarse sobre todo al refuerzo de los mismos. Por ejemplo, en su estudio sobre la hambruna de Darfur (Sudán) de 1984-85, Alex de Waal (1989:14) comprobó algo que puede resultar sorprendente a primera vista: los afectados estuvieron dispuestos a sufrir cierto nivel de hambre con tal de no tener que desprenderse de sus semillas y bienes productivos para comprar alimentos, pues su objetivo prioritario no consistió en mantener su nivel habitual de consumo alimentario, sino mantener su sistema de sustento y capacidad productiva de cara al futuro. Los que la sufren “ven la hambruna prioritariamente como una amenaza a su sistema de sustento. Su objetivo central durante la hambruna era preservar la base de su sustento, para poder volver a una forma de vida normal o aceptable tras la hambruna”. Para mantener el sistema de sustento todo el tiempo que sea posible, durante y tras una situación de crisis, a la vez que asegurar la supervivencia inmediata, las familias llevan a cabo diferentes estrategias de afrontamiento (coping strategies), que pueden ser muy diversas según el entorno (hábitat rural o urbano, características del medio agroecológico), las actividades económicas desempeñadas, los recursos técnicos o materiales disponibles, etc. Inicialmente se trata de medidas fáciles de implementar, que tienen por objeto mantener el nivel de ingreso así como prevenir y mitigar el riesgo (diversificación de las fuentes de ingreso, ahorro, refuerzo de los lazos sociales, etc.). Sin embargo, conforme se agrava la crisis y las estrategias anteriores se muestran insuficientes, las familias se van viendo obligadas a aplicar estrategias cada vez más costosas para poder comprar alimentos y poder sobrevivir. Estas estrategias finales, ejecutadas cuando la vulnerabilidad es muy alta, implican la progresiva venta de los bienes productivos familiares (herramientas, ganado, tierra), lo que acarrea como consecuencia la progresiva erosión del sistema de sustento y sus escasas posibilidades de recuperarse por sí mismo. K. P. Bibliografía
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